La primera vez que vi a mi actual psicóloga me recomendó que escribiera un diario, que dejara plasmado en él mis miedos, que los ordenara e intentara llegar al origen para poder solucionarlos con pequeñas tareas. Pero sobretodo me dijo que escribiera, al fin y al cabo el diaro va a ser mío, ¿quién mejor que yo para saber qué poner en él?
Reconozco que no le he hecho mucho caso y que soy muy inconstante a la hora de sentarme a escribir, supongo que también porque muchas veces no sé qué poner, ¿a quién le iba a interesar? Ni que yo fuese tan importante como para necesitar una especie de registro de mi vida. Empezar este blog es una manera de enfrentarme justo a eso, y me gustaría comentaros una anécdota en la que me he fijado cuando escribo en mi diario.
Siempre lo hago de la misma manera: con un boli bic color negro y con la fecha en la esquina superior derecha. Da igual que hayan pasado 4 meses desde la última vez, siempre escribo así; pero he notado que hay una pequeña diferencia. ¿Conocéis el término grafología? Es una pseudociencia según la cual tu manera de escribir determina tu personalidad. Yo no creo en eso, pero sí que a veces nuestra forma de escribir, nuestra ropa o la música que escuchamos son una forma de expresarnos incluso a un nivel inconsciente. Aunque nos parezca trivial, es en estas pequeñas cosas donde nos mostramos tal y como somos, al menos cuando es algo cotidiano y no una acción premeditada. Por ejemplo he notado que, cuando siento ansiedad, uso colores grises al vestir, y no lo hago para decir al mundo que estoy triste o melancólica, ni siquiera me di cuenta hasta que un día vi todo el montón de ropa gris que tenía en el armario y sentí la necesidad de donar casi todo mi vestuario y comprar toda la ropa de color posible. Y es esta conciencia de cómo me expreso sin saberlo lo que me lleva de vuelta al diario, porque si algo me ha quedado claro estos días, es que mi letra dice aún más de mi que mis palabras.
He notado que mi letra, a pesar de tener la misma caligrafía en cada entrada, cambia según cómo me encuentre. Escribir las primeras páginas era como hacer los deberes, no había una implicación emocional todavía, o era muy sutil. Quería que fuese un cuaderno pequeño, bonito y nuevo porque sabía que debía de establecer una conexión con él, pero no había llegado aún a ella cuando empecé a escribir, y por eso mi letra es impoluta, los párrafos están estructurados, incluso me preocupaba por no cometer errores de redacción como repeticiones o verbos mal conjugados. Decidí escribir mi lista de miedos en otro color para distinguirlos de la narrativa (es casi el único color distinto que hay en todo el diario), y está todo ordenado y curioso. No es porque lo haya escrito yo, pero me quedó precioso, da gusto verlo.
La cosa cambia cuando el tiempo pasa, cuando me encariño más con el diario y también cuando mi salud mental se resiente. Aquí mi letra se vuelve más grande e irregular, deja de preocuparme la manera en la que escribo, sólo necesito quitarme de la cabeza pensamientos que me hacen daño, hay páginas pegadas, páginas en castellano o en inglés y todo se vuelve mucho más sucio y desordenado, pero también más real. El cuaderno ha dejado de ser un objeto en el que escribir porque alguien me lo ha mandado, se ha vuelto un lugar que yo necesito para poner en palabras cosas que me ocurren, ya sea en mi cabeza o fuera de ella. Es una herramiento para que el puñal que a veces se clava en mi pecho no se retuerza tanto, para que los oídos dejan de zumbar... Es un espacio donde puedo ser yo. Y no soy perfecta, ni impoluta: soy cambiante. A veces estoy feliz y escribo tan bonito que dan ganas de enseñarlo a todo el mundo, y en otras ocasiones estoy tan abrumada que me tiembla la mano y lo emborrono todo. ¿Cómo no va a cambiar la letra? ¿Cómo no va a afectar nuestra situación a la ropa que usamos, o incluso al ejercicio que hagamos o la comida que ingerimos?¿Cómo no va a afectar a nuestras metas, nuestros sueños, nuestros temores o nuestra relación con los demás? Todo ello forma parte de quienes somos, y nuestra identidad depende de nuestro estado de ánimo.
¿Sabéis qué es curioso? Que aunque me sepa la teoría de toda la parrafada que os acabo de soltar de memoria, aún me cuesta creérmelo. El otro día vi un video de una chica que anotaba ideas en su libreta para marcarse objetivos, y me escandalicé porque no lo hacía siguiendo un orden, lo anotaba de cualquier manera, torcido, desperdigado. ¿¡Cómo se atreve a hacer semejante cosa!? ¡No hacía una lista siguiendo una estructura esquematizada de objetivos y prioridades! ¿Nos hemos vuelto majaras? Una parte de mi muy grande pero tímida me dice que tengo que liberarme y perder el control, que me hará más libre y feliz, que mi letra caótica hace un cuaderno más hermoso, pero siempre aparece otra más pequeña pero con mucha más autoridad que me dice que me caye y que ese color de bolígrafo no da uniformidad a la página y que cómo se me ocurre utilizarlo. Y ahí las tengo a las dos, luchando entre ellas. No os voy a engañar, suele ganar la mandona.
No sé a dónde quiero llegar con esto, o si quiero llegar a algo, pero si hay una cosa que me está enseñando mi diario es que no soy perfecta, y eso me hace aún mejor. Así que hacedle caso a vuestra letra, que seguro que es más sabia que vosotres.
Reconozco que no le he hecho mucho caso y que soy muy inconstante a la hora de sentarme a escribir, supongo que también porque muchas veces no sé qué poner, ¿a quién le iba a interesar? Ni que yo fuese tan importante como para necesitar una especie de registro de mi vida. Empezar este blog es una manera de enfrentarme justo a eso, y me gustaría comentaros una anécdota en la que me he fijado cuando escribo en mi diario.
Siempre lo hago de la misma manera: con un boli bic color negro y con la fecha en la esquina superior derecha. Da igual que hayan pasado 4 meses desde la última vez, siempre escribo así; pero he notado que hay una pequeña diferencia. ¿Conocéis el término grafología? Es una pseudociencia según la cual tu manera de escribir determina tu personalidad. Yo no creo en eso, pero sí que a veces nuestra forma de escribir, nuestra ropa o la música que escuchamos son una forma de expresarnos incluso a un nivel inconsciente. Aunque nos parezca trivial, es en estas pequeñas cosas donde nos mostramos tal y como somos, al menos cuando es algo cotidiano y no una acción premeditada. Por ejemplo he notado que, cuando siento ansiedad, uso colores grises al vestir, y no lo hago para decir al mundo que estoy triste o melancólica, ni siquiera me di cuenta hasta que un día vi todo el montón de ropa gris que tenía en el armario y sentí la necesidad de donar casi todo mi vestuario y comprar toda la ropa de color posible. Y es esta conciencia de cómo me expreso sin saberlo lo que me lleva de vuelta al diario, porque si algo me ha quedado claro estos días, es que mi letra dice aún más de mi que mis palabras.
Mira qué cuqui es, siempre recibiéndome con una sonrisa. |
He notado que mi letra, a pesar de tener la misma caligrafía en cada entrada, cambia según cómo me encuentre. Escribir las primeras páginas era como hacer los deberes, no había una implicación emocional todavía, o era muy sutil. Quería que fuese un cuaderno pequeño, bonito y nuevo porque sabía que debía de establecer una conexión con él, pero no había llegado aún a ella cuando empecé a escribir, y por eso mi letra es impoluta, los párrafos están estructurados, incluso me preocupaba por no cometer errores de redacción como repeticiones o verbos mal conjugados. Decidí escribir mi lista de miedos en otro color para distinguirlos de la narrativa (es casi el único color distinto que hay en todo el diario), y está todo ordenado y curioso. No es porque lo haya escrito yo, pero me quedó precioso, da gusto verlo.
La cosa cambia cuando el tiempo pasa, cuando me encariño más con el diario y también cuando mi salud mental se resiente. Aquí mi letra se vuelve más grande e irregular, deja de preocuparme la manera en la que escribo, sólo necesito quitarme de la cabeza pensamientos que me hacen daño, hay páginas pegadas, páginas en castellano o en inglés y todo se vuelve mucho más sucio y desordenado, pero también más real. El cuaderno ha dejado de ser un objeto en el que escribir porque alguien me lo ha mandado, se ha vuelto un lugar que yo necesito para poner en palabras cosas que me ocurren, ya sea en mi cabeza o fuera de ella. Es una herramiento para que el puñal que a veces se clava en mi pecho no se retuerza tanto, para que los oídos dejan de zumbar... Es un espacio donde puedo ser yo. Y no soy perfecta, ni impoluta: soy cambiante. A veces estoy feliz y escribo tan bonito que dan ganas de enseñarlo a todo el mundo, y en otras ocasiones estoy tan abrumada que me tiembla la mano y lo emborrono todo. ¿Cómo no va a cambiar la letra? ¿Cómo no va a afectar nuestra situación a la ropa que usamos, o incluso al ejercicio que hagamos o la comida que ingerimos?¿Cómo no va a afectar a nuestras metas, nuestros sueños, nuestros temores o nuestra relación con los demás? Todo ello forma parte de quienes somos, y nuestra identidad depende de nuestro estado de ánimo.
¿Sabéis qué es curioso? Que aunque me sepa la teoría de toda la parrafada que os acabo de soltar de memoria, aún me cuesta creérmelo. El otro día vi un video de una chica que anotaba ideas en su libreta para marcarse objetivos, y me escandalicé porque no lo hacía siguiendo un orden, lo anotaba de cualquier manera, torcido, desperdigado. ¿¡Cómo se atreve a hacer semejante cosa!? ¡No hacía una lista siguiendo una estructura esquematizada de objetivos y prioridades! ¿Nos hemos vuelto majaras? Una parte de mi muy grande pero tímida me dice que tengo que liberarme y perder el control, que me hará más libre y feliz, que mi letra caótica hace un cuaderno más hermoso, pero siempre aparece otra más pequeña pero con mucha más autoridad que me dice que me caye y que ese color de bolígrafo no da uniformidad a la página y que cómo se me ocurre utilizarlo. Y ahí las tengo a las dos, luchando entre ellas. No os voy a engañar, suele ganar la mandona.
No sé a dónde quiero llegar con esto, o si quiero llegar a algo, pero si hay una cosa que me está enseñando mi diario es que no soy perfecta, y eso me hace aún mejor. Así que hacedle caso a vuestra letra, que seguro que es más sabia que vosotres.